Héroe de la aviación peruana. Nacido el 22 de abril
de 1914 en el puerto de Pimentel, convertido hoy en distrito de la provincia de
Chiclayo, departamento de Lambayeque, José Quiñones era hijo de José María
Quiñones Arizola y de Juana Rosa González Orrego. Egresó de la Escuela Central
de Aviación Jorge Chávez con la promoción Comandante Raguz y recibió por
Resolución Suprema nº 2, el 9 de enero de 1939, su despacho de alférez de
aeronáutica. En la fecha de su graduación, durante la demostración aérea de su promoción,
asombró a la concurrencia realizando un vuelo invertido a un metro del suelo,
con lo que demostró sus portentosas aptitudes, rayanas en lo imposible.
En 1941 se produjo la agresión ecuatoriana en la
frontera Norte. La primera división ligera, en su orden del 2 de julio, fijó la
misión de recuperar la frontera en una maniobra apoyada por la acción de la
aviación sobre el puerto ecuatoriano de Quebrada Seca. Es así como a las 07:50
horas del 23 de julio, conforme consta en los partes de misión y en los
testimonios escritos de testigos presenciales, la escuadrilla 41 despegó para
dar cumplimiento a su misión.
Dicha escuadrilla estaba al mando del teniente
Antonio Alberti, acompañado de los tenientes Fernando Paraud y José Quiñones y
del alférez Manuel Rivera. A las 08:00 horas se encontraron sobre el objetivo e
iniciaron el pasaje para dar cumplimiento al bombardeo de Quebrada Seca. En ese
preciso momento y cuando el teniente Quiñones efectuaba un descenso para lanzar
sus bombas, su avión fue alcanzado por el fuego de las piezas antiaéreas
enemigas, quedando afectado en sus partes vitales.
Envuelto en llamas su avión, el teniente Quiñones,
lejos de utilizar su paracaídas, en el uso del cual era experto, con plena
conciencia de sus actos mantuvo el equilibrio de la máquina y describió con
ella un ceñido viraje hacia la batería enemiga, contra la que se estrelló
destruyéndola por completo. Cumplió así la misión confiada heroicamente, con
desprendimiento, valor, abnegación y el sacrificio de su propia vida, que había
jurado consagrar a la patria cuando recibió su espada de oficial de la Fuerza Aérea del Perú. La
propia Fuerza Aérea ecuatoriana reconoció el heroísmo de Quiñones y el gobierno
del Perú le concedió el ascenso póstumo al grado de capitán de Aeronáutica por
muerte en acción de armas.
Por ley nº 16126, del 10 de mayo de 1966, el
congreso de la República lo declaró héroe nacional, a la vez que dispuso que el
día 23 de julio de cada año, aniversario de su sublime sacrificio, fuese
declarado el día de la Aviación Militar del Perú y que se efectuasen en la
citada fecha ceremonias conmemorativas recordatorias en todas las bases aéreas
de la República. De esta manera exalta el país los méritos de uno de sus hijos
más queridos, cuyo ejemplo constituye una lección de patriotismo para las
presentes y futuras generaciones de peruanos.
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